“El
cine en la pizarra: el I.I.E.C”
Carta a un amigo que lee a Eisenstein, admira a René Clair y
quiere ser director.
Te contesto con retraso y temo que tu
impaciencia vea en ello un signo negativo. No te asuste, sin embargo, la
tardanza; es una de las características de nuestro cine y conviene que te vayas
acostumbrando a ella, por si acaso.
Pero vayamos a lo que más te interesa. No,
no existe título oficial de director cinematográfico. Este es precisamente uno
de los atractivos de la profesión: su liberalidad en acoger toda clase de
hombres, oficios, culturas. Liberalidad que le permite tener en sus filas desde
insignes ingenieros a memorables tontos. Y no te hablaré de la frecuencia con
que unos y otros se prodigan, porque la estadística está al alcance de todas
las pantallas del país y es obvio que tú la habrás confrontado con demasiada
frecuencia. No debes, pues, tener ningún temor en cuanto a la necesidad de
títulos o estudios previos para ejercer ese oficio mágico con el que tanto sueñas.
A pesar de esto, no quiero que te hagas
ilusiones respecto a la facilidad con que llegues a empuñar ese megáfono con
que antiguamente se simbolizaba a los directores. En general, y aunque cada uno
de nosotros piense para sí que es el único señor que entiende de cine en
España, hay mucha gente con la misma vocación que nosotros. Todos empiezan como
tú, como yo, vendiendo el Algebra de segundo para poder ver a Marlene dirigida
por Stenberg; vendiendo el Algebra de sexto para
volver a ver a Marlene dirigida por Stenberg en
cualquier cine-club y escribir luego un artículo muy largo, todo lleno de
simbolismos, sobre el cine ruso y el montaje, sin que uno alcance a comprender
muy bien lo que son ambas cosas. Pero hay que hacerse el entendido y el
valiente, y allí está nuestro artículo en la redacción de esa revista de cine a
la que uno está suscrito desde el primer número. Al cabo de tres meses lo
publican, reducido a su tercera parte, en esa sección titulada “Hablan nuestros
lectores”, junto a otro llamado “Greta, la esfinge
eterna”, de Margarita Lozano Villardó, Capdepera, Gerona y unos aforismos muy graciosos que envía
Jacinto Conill, tercera compañía Regulares, Melilla.
Con el tiempo, y gracias a la fama que estos artículos nos van dando entre los
amigos del café, logramos la crítica de cine en un periódico o emisora de la
localidad. De ahí al triunfo ya sólo hay un paso. El que da ese amigo nuestro,
que también lo es de un ayudante de producción, para que podamos asistir de
meritorios, o algo así, al rodaje de una película.
Entonces hace uno
sus maletas, riñe con la novia y se viene a Madrid con tres mil pesetas,
abandonando la Universidad, porque esto del cine, seriamente, le interesa. Se
habla con el ayudante de producción, y así puedes ir cuando quieras por el plateau. Y tú vas
a él y no ves nada, no comprendes nada, no haces nada, no asimilas nada. La
gente o chilla desaforadamente o está en el bar del
estudio. Y cuando trabaja, no lo hace, es natural, de una manera didáctica.
Empezamos a darnos cuenta de que para aprender se ha de ocupar un puesto
responsable, y respetuosamente lo solicitamos para la próxima película. Pero
esa próxima película nunca llega porque parece estar prohibido en España el
realizar más de un film en una productora. En resumen, este puesto no lo
alcanzas porque no sirves, porque eres un desconocido, porque no tienes una
chaqueta sport a cuadros y porque no
estás sindicado. Y como llega una fecha en la que se te han acabado las tres
mil pesetas, las ayudas de casa y lo que esperases sacar de un guión que habías
escrito sobre los conquistadores, no te queda otro remedio que el largo retorno
hacia el hogar. Y muchos años más tarde, una mañana cualquiera, cuando a través
de las ventanas de tu despacho de agente de Seguros, veas la cartelera del cine
de enfrente - ¿el “Lírico”, el “Olimpia”, el “Royal”?- anunciando un nuevo
estreno, tacharás en tu agenda el nombre y dirección de aquel amigo ayudante de
producción con una mano que, de verdad, podría haber montado un posible premio
de la Biennale.
No seas, sin embargo, pesimista. Este
ejemplo que te señalo no tiene carácter definitorio. Hay un camino -que puede
ser el tuyo- rápido y eficaz. Se llama dinero y puede aparecer ante ti
disfrazado de mil engañosas formas. Pero esto es cuestión delicada y convendría
pasar de largo –o, si lo prefieres, en travelling- ante ella.
Tienes otro camino. El I.I.E.C.
Hasta hoy el mundo profesional se ríe un poco de estas iniciales, si es que las
conoces. Pero esto no importa. También se reían en Italia los Gallote, Bonnard, Mastrocinque y demás
directores “a la fanfarria”, mientras Zampa, Fermi y Antonioni
recibían certificaciones de estudio del Centro
Sperimentale y palmaditas en la espalda. ¡Estos
chicos! ¿Pues no quieren aprender el cine en las pizarras?
Ahora bien: me pregunto si realmente se
puede aprender a dirigir en los libros de texto o en los cuadernos de notas. Kulechov dice que sí y hasta insinúa que es necesario. Pero
yo no le quiero hacer mucho caso, porque mi úlcera de estómago está reñida con
su máxima de que el director debe tener una salud a prueba de bomba. El caso es
que yo he pasado por el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográfica
de Madrid y he dirigido –mejor dicho, he
codirigido- una película. En estos momentos no podría precisarte si en sus
aulas he aprendido algo de lo que luego he tenido que hacer al enfrentarme con
un tema, unos actores y un personal técnico. Sin embargo, es evidente que si no
hubiera pasado por el Instituto no habría dirigido esta película ni
probablemente habría tenido oportunidad de dirigir ninguna. ¿Cuál es el
secreto, pues, de esta llegada, casi súbita, a la meta –y llamo meta al punto
de partida, pero con certificado de corredor- que tanto anhelamos? Llámalo
cooperación, equipo. Lo que tú, solo, no lograrás en la vida, quizá lo consigas
del brazo de alguien. Sobre todo si a ese alguien le gusta, como a ti, Charlot, Clair, De Sica y todo lo que es cine y huele a cine.
Mi último consejo es éste: de no surgir lo
maravilloso – y llamo maravilloso a los Reyes Magos-, matricúlate en el I.I.E.C., conoce a unos cuantos soñadores y únete a ellos
en una lucha que hoy es difícil pero que tendrá que ceder algún día. Contra la
calidad no hay grupitos, escayolas ni veteranías que se resistan.
Un abrazo de tu precursor. Luis GARCIA
BERLANGA
P.D. Procura ver algo de cine italiano. Te
desintoxicará eficazmente.