Carlos Aguilar
Presentación de su libro en la FNAC
de Madrid
31 de mayo de 2017
Buenas tardes y muchas gracias por acompañarnos en la presentación del nuevo libro de Carlos Aguilar: “Cine Cómico Español 1950-1961. Riendo en la oscuridad”
Conocí a Carlos, aunque él no lo recuerde (creo), a finales del siglo pasado, lo cual dicho así suena muy raro. Fue en 1999, en Almería, durante un curso de verano de la Complutense. Allí estaba él como ponente hablándonos de un fantástico western español: “Antes llega la muerte” que se rodó allí y allí me dedicó Carlos su tercera novela “Coproducción”. Pero bueno de esto hace casi 20 años.
Carlos ha sido, es y será para muchos, por supuesto para mí, un referente, no sólo nacional, sino también en otros países, como por ejemplo Italia, donde ha recibido varios premios. Un escritor, un historiador, con numerosos títulos publicados sobre actores (el último sobre Julián Mateos), directores (Sergio Leone, Jesús Franco, Mario Bava,..) estudios sobre Cine y Jazz, cine fantástico, de terror… y por supuesto sus célebres e imprescindibles Guías del Cine y la Guía del Cine español, obras de obligada y permanente consulta para muchos.
Pero lo más importante es que en todos ellos Carlos habla y escribe con el lenguaje del Cine, que es, que debe ser, el lenguaje de los sentimientos, de las emociones. No hay, o casi no hay, en sus textos, dimensiones semióticas, ni planos semánticos, ni densidades intertextuales del film. Ese es otro lenguaje del cine. Pongo un pequeño ejemplo, hace unos días me pidieron revisar un texto de un autor, que espero no esté en la sala, sobre una película muda del cine brasileño, un texto que se titulaba:
Una estrategia visual de resistencia frente al paradigma contemporáneo de la ilimitación.
No lo voy a repetir. Todavía sigo dándole vueltas a qué se refería. A Carlos no le hacen falta falsos adornos, ni artificios rimbombantes para decir y escribir lo que piensa, lo que siente. Y además es un persona honesta cuando manifiesta sus opiniones lo cual, por desgracia, no es muy habitual. Es honesto cuando por ejemplo escribe que Berlanga “se podía haber estado quieto” en referencia al cortometraje que rodó Berlanga en el 2002 como complemento a los sueños de “Bienvenido Míster Marshall”. No todo vale aunque te apellides Berlanga. Y es honesto cuando tacha a “La fierecilla domada”, de Antonio Román, como engendro, algo con lo que no puedo estar de acuerdo. O cuando habla de “Salto mortal”, la segunda película de Mariano Ozores como “de pequeña obra maestra”. Bueno, pequeñas discrepancias fruto de una sana y mutua sinceridad. Sería espantoso que todos pensáramos igual. De todas formas tengo que volver a ver “Salto mortal” por si estoy equivocado. Y por si fuera poco, Carlos escribe con grandes dosis de humor y creo que el humor es siempre sinónimo de inteligencia. Por ejemplo cuando habla de la vasta y basta (con v y con b) producción de Ignacio Iquino o cuando dice que Paquita Rico, Lola Flores y Carmen Sevilla eran garbosas, turgentes y crujientes (página 88). Además sólo Carlos es capaz de hablar de esa antológica secuencia de José Isbert en la comisaría en “La vida por delante” y relacionarla, humorísticamente, con “Rashomon” (página 132). Y por supuesto se percibe en la escritura de Carlos el profundo amor, cariño y admiración hacia muchas de nuestras estrellas, sólo hay que ver la portada y la contraportada, y a los directores, y a los técnicos.
Y ya que estamos hablando del libro puedo afirmar que es de lo mejor que he visto y leído últimamente. Lo primero porque trata sobre un tema muy ameno (la comedia) en una época que inevitablemente está asociada a la dictadura y a la falta de libertades. Parece algo contradictorio pero no lo es. El cine, en aquellos años cincuenta, y sobre todo la comedia, era de las poquitas válvulas de escape que existían. Once años, 1950-1961, en los que se produjeron en España unos 750 largometrajes (incluidas coproducciones) de los que, aproximadamente, un 25% eran comedias en todas sus vertientes, algo que luego, podemos, si queréis, comentar. Un periodo que abarca desde “El último caballo” del gran Edgar Neville de 1950 hasta “Plácido” del gran Luis García Berlanga de 1961. Once años donde podemos encontrarnos, en todos los géneros, con auténticas “Flores en la sombra” y utilizo la expresión que aparece en la portada de la Antología crítica del cine español de 1997 y que remite a la película “El Sur” de Víctor Erice. Ni todo era tan negro, ni por supuesto todo era blanco o rosa, la gama de colores, había muchos “grises”. Como apunta Carlos en el libro comedia negras, comedias rosas, con todos sus derivados: románticas, musicales, incluso policiales… y con muy diferentes rasgos: costumbristas, sainetescas, sátiras, farsas, esperpentos, astracanadas… Y no olvidemos que posiblemente la comedia es el género donde es más difícil realizar una obra redonda. Una comedia no es una sucesión de chistes o de bromas entre amigotes. A veces comedias dignas, sencillas, que no es lo mismo que comedias simples. Nadie pide que resucite Lubitsch o Billy Wilder. Lo malo es cuando se habla de comedias simplonas, chabacanas, burdas, que siempre las ha habido, las hay (a raudales) y las habrá, pero no sólo en nuestra cinematografía sino en todas.
Y un aspecto muy importante que no debemos olvidar. Muchas de estas películas constituyen auténticos documentos sociológicos de la vida en aquellos tiempos, de las costumbres, de las necesidades, evidentemente pasados por los filtros de las diferentes censuras que existían (la oficial, la extraoficial, la propia de cada autor, del productor, las económicas, etc.). Ver las calles de Madrid, de Barcelona, la Gran Vía, las Ramblas, o de cualquier otra ciudad o pueblo. Los edificios, las vestimentas, los coches, los autobuses y tranvías, el problema de la vivienda que es el tema de “El pisito”, “El inquilino”, e incluso, aunque nos salgamos levemente del periodo, en “El verdugo” (1963). Y los precios. Cuando una ración de langostinos valían 25 pesetas (15 céntimos) en “El sistema Pelegrín” de 1951 o cuando la pensión en “El malvado Carabel” (1955) valía 30 duros al mes (90 céntimos). Pido disculpas por estas viejas añoranzas a los euro-jóvenes que nos acompañan.
Bueno voy concluyendo para dar paso a Carlos y a vosotros. Quiero por último hacer mención especial a la edición del libro, a su forma, una edición de Pablo Herranz para Desfiladero Ediciones. Es magnífico y si tuviera que decir otra cosa, la diría también. Está maravillosamente ilustrado con cerca de 500 imágenes. Con anotaciones explicativas que acompañan esas fotografías y que enriquecen sobremanera el texto, con numerosos carteles en color, bellamente maquetado por Javier Romero. Con los títulos de las películas en negrita. Con una amplia bibliografía general y particular, las fichas de las películas y con un índice onomástico que se echa de menos en muchas publicaciones, ah, y por último, con un precio muy asequible. En definitiva muchas gracias a Carlos por este magnífico libro, por el honor de presentarlo y muchas gracias a todos los que han participado en él y os dejo con Carlos.