Una teoría sobre el sonido
La dimensionación
por Javier Aguirre
Pido
disculpas por la palabra. Pero era necesario crear un vocablo que, siendo
verdadero y específico, concretará la expresión intrínseca de una nueva teoría.
Nueva en lo que tiene de concepto general. Realmente, la dimensión representa
la coordinación de logros anteriores intentando llevarlos a un primer estadio
de madurez.
Antes
de estudiar los antecedentes teóricos y prácticos de la dimensionación, prefiero empezar
por explicar sencillamente su significación. La dimensionación es al sonido lo que la
planificación es a la imagen. Se trata de crear una planificación válida
para el registro sonoro. De esta manera, las posibilidades potenciales del
sonido se acrecentarían enormemente, puesto que a su poder de expresión
complementaria habría que agregar las facultades formales que pudieran
derivarse de un inteligente y sistemático empleo de esto que pudiéramos llamar planificación sonora o, más
concretamente, dimensionación.
La palabra viene dada por el hecho de que lo que son distancias en el plano
visual son dimensiones en el plano sonoro. Mejor dicho, no hablaremos ya de plano visual, sino de plano, y tampoco diremos plano sonoro, sino dimensión. De la misma manera que la palabra fotograma se aplica al
cuadro visual, y fonograma al cuadro sonoro.
ANTECEDENTES
EISENSTEIN fue uno de los primeros en
atisbar el valor que puede tener la distancia en la sonoridad de un film. Este
primer atisbo se materializa en el ejemplo que ofrece en su libro “El sentido
del cine”, sobre la escena de las doce campanadas –de la novela “Bel Ami”, de
Guy de Maupassant-, en la que Georges Durois espera
en el coche de alquiler a Susanne, que había convenido con él en fugarse a las
doce de la noche. “Sumándose en nuestra percepción –decía Eisenstein- esas doce
campanadas producen conjuntamente la sensación integral de medianoche. Las
representaciones aisladas forman la imagen. La realización es rigurosamente de
montaje.
El
ejemplo citado puede servir como modelo de un guión de montaje en descenso,
donde los sonidos de las doce horas están
descritos por una serie completa de planos de magnitudes distintas: en algún punto, lejano, más cerca, muy lejos.
Este toque de las horas, referido a diferentes distancias, es como la toma de
un objeto fotografiado en distintas dimensiones y repetido consecutivamente en
diferentes tamaños: plano general,
mediando, de gran conjunto. El mismo campaneo múltiple de las horas no está
de ninguna manera empleado aquí como detalle naturalista del París nocturno.
Con el toque de las horas de Maupassant se impone, ate todo, con insistencia la
imagen de la medianoche decisiva, y
no la información de la hora cero”.
Pero
a Eisenstein le interesaba más la “cadena de representaciones para crear
imágenes” que la dimensión sonora de
éstas. Su preocupación se encaminaba hacia la búsqueda de un montaje sonoro.
Más no es ésta la cuestión.
Es
caso parecido el de Kulechov, otro de los téoricos que dedicó parte de sus esfuerzos al problema
auditivo. “Ahora, ante todo –escribía Kulechov-,
debemos saber que el plano sonoro es análogo al de la imagen en el hecho de
que, en ambos casos, la dosificación de planos nos lleve al montaje de la
película. En la imagen tenemos primeros planos, planos generales y sus
variantes. En el sonido tenemos también dimensiones características de planos,
que se determinan no ya visualmente, sino auditivamente, por medio de la
intensidad (o proximidad) que adquieren.
“El
primer plano en la imagen consiste en un objeto tomado de cerca; el primer
plano del sonido es el sonido tomado de cerca que nos da auditivamente la misma
impresión de intensidad que el de la imagen enormemente aumentada.
En
otras palabras, lo que en la vida real es difícil de escuchar a cierta
distancia –un ruido que exige atención especial para ser definido- puede ser
oído en la pantalla si lo tomamos en un plano visual que corresponda a la
distancia natural para escucharlo. Algunos teóricos añaden que la modificación
de los planos de la imagen exige asimismo la de los planos de sonido, es decir
que, al pasar de los primeros planos de la imagen, es necesario también
aproximarse –reforzándolo- al sonido. Esta teoría, aplicable en casos
especiales en que se busca la interrupción o transición premeditada de un
sonido a otro, es peligrosa y hasta antinatural si se la emplea
consecuentemente con todos los cambios visuales de plano.
El
concepto que tiene Kulechov de la planificación
sonora es puramente práctico. Obedece solamente a una necesidad física de
escuchar los ruidos y sonidos con la suficiente proximidad. Y los teóricos a
quienes se refiere se limitan a adoptar una postura meramente naturalista o
sincrónica de la correspondencia audio-visual. Lo cierto es que, tanto
Eisenstein como Kulechov y demás teóricos, tratan
someramente este problema, sin poder prever todavía la importancia real que
tiene, aparte de que ninguno de ellos descubre en la banda sonora la
probabilidad de que sea montada, en función de la imagen, sí; pero con un
criterio relativamente independiente.
Existe
una coincidencia parcial de criterios en las consideraciones de Kulechov y Eisenstein. Observemos que tanto en uno como en
otro preside una consideración particular, desde un punto de vista temporal. La
planificación sonora es tratada por ellos unilateralmente; atiende únicamente
al tiempo, soslayando el espacio. Entonces, claro, en lugar de llegara a
enfrentarse con los puntos determinantes de la planificación, desemboca
inevitablemente en el montaje. Véase como los dos aluden a la palabra montaje,
siendo ésta la base que rige sus aspreciaciones.
(Convergen los dos también en emplear –aunque sólo sea incidentalmente- el
vocablo dimensión)
Pudovkin llega, incluso, a poner en práctica estas teorías,
aunque lo hace con una preponderancia absoluta del elemento montaje. Jean
Epstein, por último, es el que se acerca más a lo que intentamos establecer;
pero su acercamiento viene condicionado más por la ampliación máxima de consideraciones teóricas propias y ajenas, que
por el verdadero entendimiento de esta meta específica.
DEFINICION
Es el
momento de llegar a una definición de la dimensionación. No obstante,
antes de hacerlo prefiero asentar personalmente lo que entiendo por
planificación: composición y montaje filmoliterario de la imagen. Sólo hacer falta
establecer un paralelo para llegar a la definición de la dimensionación: volumen y montaje filmoliterario
del sonido. Dimensionar, entonces, significa graduar el volumen y montar filmoliterariamente. La dimensionación –al igual que la
planificación- es una situación y un montaje “de tránsito”. No es concluyente,
naturalmente. El montaje y volumen sonoro definitivo sólo podrá realizarse en
el Estudio o en la sala de mezclas, una vez que se haya finalizado el rodaje
del film. Siendo así, conviene cuidar las fases correspondientes a la dimensionación
con la misma meticulosidad con que se aborda la planificación.
Hemos
aludido a la palabra montaje. Efectivamente, otro de los aspectos de la dimensionación es
el del ritmo: una armónica alteración de las diversas dimensiones sonoras.
Y
si la planificación establece una jerarquía de objetos y personajes, la dimensionación debe también valorar esta
jerarquización de valores.
Es
inútil que me detenga en la importancia que tiene el sonido como medio
complementario de expresión. Pero es necesario no desorbitar las cosas. Me
remito a palabras de Marcel Martin en su “Le langage cinematographique”: “El
sonido está necesariamente en movimiento (las vibraciones sonoras se propagan
en el espacio y en el tiempo), igual que la imagen del cinema; así, el sonido
participa indisolublemente en la naturaleza profunda del cinema desde el doble
punto de vista científico y estético, lo cual no es el caso del color, por
ejemplo”
Aparte
de la parcial validez que contienen estas líneas de Martin,
hay que reprocharle la supervaloración que hace del sonido. No voy a exprimir
aquí razones cuya extensión no ha de estar en relación justa con las
proporciones que exige la naturaleza de este escrito; pero basta referirse a la
práctica, a la misma historia del cine,
para comprender que no es posible colocar al sonido en el mismo grado
jerárquico guardado por la imagen.
Al
crear para el sonido un método equivalente al de la imagen, no quiero dar a
entender que el sonido tenga tanta importancia como la imagen –la imagen es
esencial y el sonido no-, sino que trato de desarrollar los métodos ordenadores
que nos conducen inmediatamente al logro total de la obra de arte.
CONTRAPUNTO DIMENSIONAL
Ante
la dimensionación hay que adoptar una posición
paralela a la que tomaron Eisenstein, Pudovkin y Alexandrov en su Manifesto
respecto al contrapunto sonoro cuando revelaban que “las primeras experiencias
con el sonido debían ser dirigidas hacia su no coincidencia con las imágenes
visuales”. Si la naturaleza misma del sonido no tiene por qué estar
necesariamente concordante con la significación de la imagen y, en muchas
ocasiones, su posición puede constituir la creación de un determinado efecto
dramático de índole audio-visual; del mismo modo la dimensionación no ha de estar obligatoriamente en
relación directa respecto a la proximidad o distanciamiento (alejamiento) entre
la cámara y los personajes u objetos. Es decir, que no solamente puede
utilizarse la dimensionación
de una manera realista; esto sólo nos aproximaría al mecanismo estereofónico.
La dimensionación nos conduciría a conseguir óptimos
resultados empleándola en función de contrapunto. La potencia auditiva,
entonces, no estaría en proporción directa con la distancia o posición física
de la imagen, sino que habría de cumplir una misión expresiva, manteniéndose en
una dimensión dramática o subjetiva al servicio del efecto o sensación que
deseáramos componer.
Es
claro que un gran primer plano visual no precisa –de ahí el contrapunto
dimensional- que la dimensión sonora correspondiente sea también en gran primer
plano. En “Valahol Europaban”,
de Geza Radvanyi, sobre la
imagen de un niño muerto se impresiona un gran primer plano de una corneta
tocando a silencio. El sonido, lejos de estar también captado en gran primer
plano, lo está en plano general corto, porque así convenía al efecto que se
trataba de conseguir.
Acabamos
de ver cómo no importa alterar la dimensión real del plano sonoro si el motivo
que nos mueve mejora la calidad artística de la escena en su conjunto. No
obstante, el contrapunto dimensional puede darse también de un modo
naturalista, sin alterar para nada la verdadera potencia auditiva de los
factores que se manejan dentro del plano. Esta cualidad se dará en los casos en
que una imagen, ausente de los elementos visibles contenidos en el plano,
llegue, acústicamente hasta los dominios espaciales encuadrados en el visor.
Pongamos como ejemplo una escena de la película de Jules Dassin
“Les bas-fonds de Frisco”, en la que una mujer es perseguida por dos
asesinos: ella ha podido escaparse en un instante y esconderse en la bodega de
unos astilleros: no se la oye más que correr; los dos hombres se paran para
escuchar. Tenemos entonces el primer plano siguiente: la mujer escondida, cuyo
semblante expresa el terror mudo: el silencio es completo en las proximidades
inmediatas. Pero a lo lejos, en plano americano, la sirena de un barco desgarra
la noche con llamadas que son como gritos de angustia.
De
esto se deduce claramente que la utilización dramática del contrapunto
dimensional puede realizarse con elementos naturales, sin que sea necesario, a
veces, el rebuscamiento de efectos sonoros puramente imaginados.
RITMO DIMENSIONAL
Hablando
desde un punto de vista mecánico, el montaje de la banda sonora puede
realizarse independientemente del ritmo que tenga la imagen correspondiente. Es
decir, dentro de un mismo plano visual se pueden dar varios planos sonoros de
muy distintas valencias, y dentro de un mismo plano sonoro pueden darse
diversos planos visuales. Puede ilustrarse el primer caso con una escena de “Calabuch” de Berlanga, cuando Jorge, entrando en el bar del
pueblo, se dirige hacia el receptor de radio para cambiar de emisora; la
noticia comentada se cambia entonces por una música estrepitosa que da un matiz
radicalmente distinto al ritmo psicológico del plano. Para el segundo caso
escogeremos un momento de “Solo ante el peligro”, de Fred Zinnemann,
en el que se da una estupenda utilización del sonido, sobre todo en el instante
en que se oye por vez primera el pitido del tren. En estos momentos, el sonido
cobra una calidad de primer orden. No hace falta que se nos presenta al
ferrocarril acercándose. Ha sido mucho más eficaz combinar la constante sonora
del pitido con una serie de “flash” en gran primer plano de todos aquellos
personajes a quienes, de una manera u otra, les afecte la llegada del tren. El
efecto ha sido inmejorable. Probablemente Eisenstein, de haber visto la
película, lo hubiese puesto como ejemplo de montaje polifónico.
Ahora
veremos cómo casi todas las particularidades expresivas de la imagen son
susceptibles de ser aplicadas al sonido. Más aún, tenemos la obligación –si
queremos dar su justo valor a la teoría que estudiamos- de ampliar al máximo
las facultades de expresión inherentes a la banda sonora.
Empezaremos
por hablar de un “climax” relativo al sonido. De
hecho se da en algunos casos con plena autonomía, aunque luego la sugestión de
la imagen no nos deje ver la función reservada al sonido. En “Viva Zapata” de
Kazan, uno de los mejores momentos es cuando los soldados prenden a Emiliano
para conducirlo a presidio; los campesinos surgen de todas partes para salvar a
su compañero. Toda la secuencia, que no es corta, carece absolutamente de
diálogo, en beneficio de su calidad estrictamente cinematográfica. El ruido sí,
no la palabra, logra su más definida expresión. Las piedras, en manos de los
campesinos, van chocándose unas a otras. El ruido es compacto, acompasado; su
misma uniformidad y su potencia progresiva crea el “climax”
dramático del momento.
Esta
progresión intensiva del sonido de las piedras nos da pie para que mencionemos
el traveling dimensional, que no sería otra cosa que
el aumento o la disminución de la intensidad sonora. Tampoco este travelling debiera ser empleado exclusivamente para dar un
máximo de realidad a la escena. Volveríamos con la estereofonía. Su principal
misión consistiría, por el contrario, en inventarnos progresiones auditivas
capaces de reforzar con mayor utilidad la capacidad artística.
El
suspense es, para mí, la especulación temporal partiendo del análisis
detallista de dos acciones paralelas y contrapuestas, una de las cuales ejerce
una influencia sobre la otra, cuyas consecuencias últimas ignoramos o tenemos
duda. También puede crearse un suspense dimensional. Pero esta vez no podrá
tener vida propia, sino que deberá ir totalmente supeditado a la narración de
las imágenes. En “Bajo el cielo de París” de Duvivier,
en el momento en que se efectúa el examen al estudiante de cirugía, existe un
suspense encerrado en climax, en el que el papel
desempeñado por el sonido es de primer orden: el tic-tac
del reloj, la campanilla y los ruidos del exterior.
Ya
vamos viendo cómo la dimensionación admite idéntica
coyuntura que la de la planificación, al poder explotar similares elementos
relativos a sus facultades expresivas. Del mismo modo, en la dimensionación se acoge la construcción de acciones
paralelas. Si no me sale al paso algún erudito, me atrevería a calificar a
Charles Crichton como pionero práctico de esta
faceta. En “Oro en barras” halamos el ejemplo concreto: por un lado la acción
sonora representada en los receptores radiofónicos de los coches de la policía
transmitiendo órdenes; por otro lado la radio del automóvil de un particular
que va escuchando música ligera. Estas dos acciones paralelas ofrecen como
resultado una terecra acción que constituye un
auténtico “gag”: todos los coches, tanto los de la policía como el del
particular, chocan en una esquina determinada: al engancharse las antenas
respectivas de todos los coches-radio y emisoras de la policía oyen en sus
receptores la música ligera en lugar de las severas órdenes de la policía.
Vemos cómo el efecto cómico ha sido producido por dos acciones paralelas
primordialmente sonoras.
Otro
ejemplo de acciones paralelas sonoras lo tenemos en “El globo rojo” de Albert Lamorisse. Cuando el niño persigue a los chiquillos que le
han arrebatado el globo se produce una alteración de planos en acción paralela:
en los planos del niño, el sonido se limita a un “lei-motiv” musical suave y triste, mientras que en los planos
que corresponden a los pilluelos el sonido consiste en los gritos de éstos y en
los ruidos callejeros. Estas dos clases de planos sonoros se suceden
alternativamente con una perfecta discriminación de acciones auditivas.
PERSPECTIVA DIMENSIONAL
PUEDE llamarse dimensionación en perspectiva a la integración de
varios factores de diferente dimensión dentro de un mismo plano. Es decir, que
en un plano general visual pueden introducirse diversos planos dimensionales de
diferente potencia auditiva. No solamente en beneficio de la realidad total que encuadramos, sino
como contribución a la creación artística,
mejorada con la ampliación de recursos expresivos, siempre que éstos se
suministren con el suficiente equilibrio y natural inspiración.
Todas
estas consideraciones que acabo de expresar son válidas a la hora de hablar
sobre una profundidad de campo sonoro,
o sobre el escorzo auditivo. Por no
encontrar ni conocer un ejemplo práctico en alguna película proyectada en
nuestras pantallas, he de referirme a un momento concreto de un guión mío
llamado “Carnavalada”: dentro de un plano perteneciente a la última secuencia
escuchamos, en un gran primer plano, las gotas de la lluvia: en plano muy
largo, el diálogo que sostienen un hombre y un niño, y en plano general, el
murmullo de rezos de una procesión que se acerca.
La
sobreimpresión sonora sería la
captación de diferentes sonidos de distinta índole, en los límites de un mismo
plano dimensional. En “Muerte de un ciclista”, de Bardem, cuando, después de la
juerga flamenca, hablan Rafa y Miguel ante la expectación de María José, el
diálogo entre ellos, la algarabía de los “cantaores” y el ruido de una sirena
se impresionan al mismo tiempo, formando una perfecta superposición de
elementos.
Así
como en lo que se refiere a la imagen existe la composición vertical y
horizontal –aparte, claro, de otras complejas variantes- también en la banda
sonora pueden darse estas dos clases de composición espacial. Para dar una idea
bastante aproximada de lo que pudiera ser la composición vertical sonora, me remitiré a lo que ya he dicho sobre
la profundidad de campo. En este
sentido, estos dos términos siempre llegarían a confundirse.
La
composición horizontal procedería a
la inversa, de modo similar a como se produce en la imagen plástica.
Manteniendo una parecida y homogénea escala dimensional con sonidos de
equivalente intensidad, se llegaría a la composición
horizontal, que también poseería la misma significación que la sobreimpresión sonora.
OTROS EFECTOS
Con
los procedimientos de ralenti y acelerado,
tal vez pudieran vislumbrarse perspectivas que nos conducirían a una abertura
más considerable de las manifestaciones creadoras. No obstante, aún no se ha
llegado a una perfección técnica suficiente que capacitara el empleo de estos métodos.
Las
apariciones de sonidos que no están presentes, pero que existen en la realidad,
ya se ha dado en numerosas ocasiones: baste citar el magnífico final de “Cómicos”
de Bardem, con los aplausos imaginarios que surgen de las plateas.
Lo
que en la imagen visual es el efecto de fotograma
por fotograma, o sea, la transformación,
también puede lograrse con el sonido. Vittorio De Sica, en “Milagro en Milán”,
transformaba en ladridos las palabras de los dos millonarios.
El
movimiento invertido –en este caso el diálogo
invertido- lo emplea Bardem en “Felices Pascuas” en la escena de los
gitanos. Al igual de lo que sucede comúnmente en la imagen con este truco, se
trata de conseguir un efecto cómico.
La
deformación del sonido ha sido
empleada por Berlanga y Bardem en “Esa pareja feliz”, otorgando un matiz
especial a la voz en “off” de los protagonistas.
El
fundido encadenado sonoro sería la
impresión de un nuevo plano dimensional sobre la desaparición paulatina del
anterior plano sonoro.
La
dimensionación puede adquirir, en algunas ocasiones,
autonomía propia, aunque no por ello deje de servir los fines cinematográficos
del creador de imágenes. Me refiero al caso en que la imagen se anula momentáneamente,
quedando la pantalla totalmente oscura. Pueden servir de muy buenos ejemplos la
escena de la querella de los enamorados en “Sous le toits de Paris”, de René Clair, y
la escena de amor en “Un lugar en el sol”, de Stevens,
en la que sólo se oye el sonido de la radio que funciona en el interior de la
habitación. Claro que esto sólo puede permitirse en determinados casos, en los
que la carencia de imágenes, la oscuridad total, reemplace la función
desarrollada por el fundido en negro.
Por otra parte, la utilización de este recurso, por las limitaciones que tiene,
debe ceñirse correctamente al desempeño de su misión específica y limitada. Y
es en estas ocasiones cuando el conocimiento de la dimensionación, en sus múltiples
facetas, puede ser sumamente útil.
Termino
con la invitación a pensar que el concienzudo empleo de la dimensionación no debe hacernos
olvidar que el cine es, esencialmente un arte de la imagen visual.