El nudo gordiano de
“Canciones para después de una
guerra”[1]
Por Ernesto J. Pastor (Cinepastor)
IX Congreso de la Asociación Española
de Historiadores del Cine (A.E.H.C.)
Valencia, 29 de noviembre al 2 de
diciembre de 2001
“El
cine español durante la Transición democrática (1974-1983)”
Cuando, en diciembre de 1970, el entonces guionista José Luis García Sánchez dio por
finalizada la escritura de “Artesanía
en el Cinema”[2],
donde relataba, mes a mes, desde noviembre de 1969, los avatares del rodaje de
la película Canciones para después de una guerra (Basilio Martín Patino, 1971) nadie podía imaginar el nudo gordiano
que se iba a trenzar alrededor de ella, hasta el punto de atenazar su estreno
hasta finales de 1976, seis años después de su finalización y en plena
transición democrática.
No hay ningún otro caso en la
cinematografía española donde hayamos encontrado algo similar a lo acontecido
con Canciones…[3], una
película que fue, sucesivamente aprobada, suspendida, prohibida, negada,
embargada, subastada, confiscada y finalmente estrenada.
El proyecto de Canciones… arranca el 3
de noviembre de 1969, cuando un desconocido en el mundillo cinematográfico, Juan Antonio López Pérez-Tabernero,
firmaba, como productor, un contrato de trabajo con Basilio Martín Patino para que éste dirigiera un largometraje de
duración normal y de producción íntegramente española. La idea de Patino había sido presentada con
anterioridad a “tres o cuatro productores jóvenes; pero todos coincidieron en
que aquel proyecto mío no funcionaría nunca. Entonces encontré a esta especie
de insensato entusiasta y divertido que era Julio Pérez Tabernero, que no tenía un real pero sí mucho valor
para organizar los tinglados más insospechados”[4]. Ya
desde su inicio quedaba patente la fragilidad que envolvería todo el proyecto y
máxime cuando la propia productora “Producciones Cinematográficas Julio Pérez Tabernero” no existiría
como tal hasta el 18 de abril de 1970 cuando fue inscrita en el Registro de
Empresas Cinematográficas.
Un mes más tarde, el 3 de diciembre, Tabernero firmaría nuevos contratos con
los que serían los guionistas de la película: José Luis García Sánchez, Alfredo
Mañas y el propio director. El guión debía estar terminado antes del 1 de
febrero de 1970 y el rodaje se iniciaría el 1 de marzo. Mañas abandonaría el proyecto prácticamente a su inicio, por
desavenencias económicas con el productor, con lo que la película quedaba en
manos de una tríada salmantina, al darse la curiosa coincidencia de que tanto Tabernero, como Patino y García Sánchez eran
oriundos de esa provincia. Mañas,
antes de su abandono, aportó una de las piezas fundamentales que compondría el
repertorio musical de la película La bien pagá, interpretada por Miguel de Molina.
“La
cosa se pone en marcha”
De tan profana manera relata García Sánchez en la primera página de
“Artesanía en el Cinema” el inicio del
rodaje y afirma: “Ya hay una idea bastante clara de qué se va a hacer: una
especie de reconstrucción histórica de la posguerra española a través de las
canciones que en su día fueron más populares o significativas”[5].
Cuenta Patino[6] que
la idea se le ocurrió cuando a finales de 1969, viajando en coche con Carmen Martín Gaite (otra salmantina)
ésta venía cantando canciones de Concha
Piquer, a lo que “lamentablemente”, según palabras del propio realizador,
había que unir la aparición, en esas fechas, de un estudio de Susan Sontag sobre el fenómeno camp, así como los escritos de Manuel Vázquez Montalbán en torno a la
subcultura española de la posguerra, lo que motivó que algunos asociaran estas
coincidencias a cierto oportunismo comercial, de ahí sus lamentos.
Patino,
tras los problemas con la censura que tuvo en Rinconete y Cortadillo y
las pésimas críticas de su película anterior, Del amor y otras soledades (Basilio Martín Patino, 1969), asumirá
una especie de rebelión con causa para oponerse al “sistema industrial,
cómplice, político y servil, con el que no estaba de acuerdo racionalmente”[7]
convirtiéndose, conscientemente, en un “orsay” de la cinematografía oficial. El
primer resultado de esta postura será Canciones…
“Esperando
a lo que salte”
El 25 de abril de 1970, Tabernero solicita a la Dirección
General de Cinematografía y Teatro la licencia de rodaje, adjuntando una
“Memoria sobre el proyecto de realización de Canciones para después de una
guerra (título provisional)”. En ella, y para justificar la
inexistencia de un guión previo, aludía a la “intuición y libertad en vez de un
guión imposible”, a la búsqueda de imágenes y canciones que al unirlas
cobrarían vida, una especie de caza del plano y de la canción, sin ideas
preconcebidas, “esperando a lo que salte”[8].
Naturalmente, quien leyera esta memoria, no podría imaginarse la
intencionalidad que Patino pondría
al combinar imagen y sonido, porque sencillamente ésta no existía, al menos en
estos primeros momentos del proyecto: “En un principio no me propuse sino hacer
un espectáculo divertido, lleno de añoranza, que llevase mucha gente a la
taquilla y que no me crease más problemas”[9].
Incluso en la memoria se llega a afirmar: “Queremos que a través de esta
película se patentice un modo muy español de sobreponerse y de vivir popular,
aún en medio de los momentos más adversos, desde recién terminada la Guerra
Civil…, una etapa difícil, felizmente superada, ante la que ahora, por vez
primera, comenzamos a tener perspectiva y, en algunos aspectos, no sin cierto
tranquilizante alivio, cierta serenidad”. Fue a medida que avanzaba el montaje
de la película cuando esas terribles o divertidas imágenes tomaron vida propia
al unirse, de una u otra forma, a las canciones: “Nos dimos cuenta que todo
aquello era muy superior a cualquier frivolidad”[10]
En ese mismo mes de abril, Tabernero remitía decenas de cartas a
varias productoras y directores solicitando el permiso para utilizar las
imágenes de sus películas. A este respecto, conviene recordar que ya en los
títulos finales de crédito de la película se advierte: “Se utilizaron, entre
otros muchos, fragmentos de las películas…” y enumeran un total de veintidós
títulos[11]… (Continuará)
[1] Agradecer
muy sinceramente a Basilio Martín Patino y a Carmen Gullón de La Linterna Mágica
el interés y la ayuda que me han prestado
[2] Documento inédito de diecinueve folios
localizado en el expediente administrativo de la película conservado en el
Archivo General de la Administración del Estado de Alcalá de Henares.
[3] En adelante, y pos cuestiones de
espacio, me limitaré a indicar sólo el inicio del título.
[4] Martín Patino, Basilio, Dirigido por…,
núm 38, noviembre de 1976, pág. 28.
[5] García Sánchez, José Luis: Artesanía en el Cinema, 1969-70, pág. 1
[6] Martín Patino, Basilio. Ozono, año 2, núm.12, septiembre de
1976.
[7] Castro, Antonio. El cine español en el
banquillo, Valencia, Fernando Torres, 1974, pág-316.
[8] La memoria presentada corresponde a un
documento de nueve folios sin rúbrica.
[9] Castro, Antonio, op. cit., pág. 317.
[10] Castro, Antonio, op. cit., pág. 317.
[11] Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941),