KÁRATE A MUERTE EN TORREMOLINOS (Pedro Temboury, 2001)
Cine serie G (g de gamberro)
Ernesto J. Pastor
A la pregunta de ¿Qué es el cine? que allá por 1958 formulaba André Bazin, el joven cineasta malagueño Pedro Temboury tendría fácil respuesta: diversión, juerga y amigotes. Intentar analizar sus cortos o sus dos largometrajes realizados hasta la fecha (Kárate a muerte en Torremolinos y Ellos robaron la picha de Hitler) desde un punto de vista, digamos, serio, sería como ir a buscar pan de trastrigo (misión imposible en expresión cervantina).
En su ópera prima Kárate a muerte en Torremolinos, Temboury tuvo claro desde el principio quién iba a ser el destinatario final de su engendro (no se preocupen, para él es un halago): un público adolescente de hormonas en ebullición, ciertamente gamberro, devoto del cine gore y de las artes marciales tipo Jackie Chan. Un divertimento más propio de sesiones golfas y no muy alejado del cine basura, en sentido cariñoso, de la productora neoyorquina Troma con sus vengadores tóxicos y sus surfistas nazis. En el cine de Temboury no hay engaño. El mal gusto y la trasgresión son la norma. Nada de consabidas historias tipo chico conoce a chica, y se pelean y se reconcilian, nada de experimentaciones existencialistas donde vemos cómo la hierba crece. Despiporre puro y duro donde el maléfico Doctor Malvedades resucita a zombis karatekas para que rapten a jóvenes recientemente desvirgadas, ofrecerlas en sacrificio y despertar así al legendario monstruo marino Jocántaro mitad pulpo, mitad centollo. Un argumento disparatado no muy lejano de otros divertimentos como The rocky horror picture show (extraterrestres transexuales) o de las películas del brasileño José Mojica Marins con su mítico Zé do Caixão y su búsqueda de la inmortalidad. Curiosamente la caracterización que hace Temboury del Doctor Malvedades parece un plagio no declarado, quizás un homenaje, del malvado monstruo carioca.
La influencia del cine de Jesús Franco, que aquí interpreta al espíritu de Miyagi, es rotunda. Temboury se erige en discípulo aventajado de tan prolífico e irreductible cineasta en cuya filmografía siempre ha estado presente la fórmula: menos gastos de producción igual a más libertad. Poner en pie un largometraje con poco más de 6.000 € (menos de lo que se gasta una estrella en cafés en una producción estadounidense) es, como mínimo, de una osadía rayana en el heroísmo. Ese fue el presupuesto de partida de Kárate a muerte... que se rodó en 16 mm. y usando colas de negativos caducados de productoras publicitarias. El rodaje se realizó durante doce maratonianas jornadas y la posproducción se llevó a cabo en una semana y por la noche (resulta mucho más barato que hacerlo de día). Promoción no le faltó y ya durante el IV Festival de Cine Español de Málaga celebrado en junio de 2001 se presentó un avance con sus primeras secuencias. En la XII Semana Internacional de Cine Fantástico de Málaga, celebrada en marzo de 2002, obtuvo el premio del público a la mejor película. En octubre de ese mismo año se lanzó a través de Internet en formato serial, lo que permitía a los cibernautas descargarse cada semana tres episodios de un minuto y medio cada uno. En noviembre se presentó en la XIII Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, quizás el mejor marco de exhibición para este tipo de producciones. A pesar de este recorrido festivalero, le costó muchísimo a Temboury encontrar distribuidor pues nadie quería arriesgarse con semejante producto. Por fin y transcurridos casi tres años desde el inicio de su rodaje la película se estrenó en salas comerciales en marzo de 2003. Sin embargo el público no respondió en la taquilla como se esperaba (sólo 1.827 gamberros según los datos poco fiables del Ministerio de Cultura). Poco le importó a Temboury que Kárate a muerte... fuera recibida con la denominación de la peor película de la historia del cine español. Los que pergeñaron esta afirmación desconocen sin duda esa historia del cine español a la que aluden con tanta ligereza y que está repleta de bodrios insoportables con ínfulas de seriedad. Cuando la película se estrenó la crítica cinematográfica, casi de forma mayoritaria, la despedazó desplegando toda una batería de adjetivos descalificativos: zafia, cutre, disparatada, casposa, barrabasada, cine basura... De la misma forma, algunos comentarios, los menos, vieron en esta desvergonzada propuesta aires nuevos que insuflar en el viciado panorama del cine patrio, algo que siempre será de agradecer. Y no olvidemos que cine basura hay de muchos tipos siendo el peor aquél de alto presupuesto y de grandes nombres que precisamente pretende no serlo.