ZORIONAK, DONOSTIA

  Alguien escribió una vez que un viaje de mil kilómetros empezaba con un primer paso. Allá por el año 1953 el Festival de San Sebastián inició una andadura cuyos pasos le llevarán hasta el próximo 19 de septiembre cuando dé comienzo su edición número cincuenta, unas bodas de oro que se inauguran bajo la dirección, por segundo año consecutivo, de Mikel Olaciregui. Con motivo de esta efemérides el festival donostiarra proyectará el ciclo "50 de los 50" una selección de las mejores películas de la década de los años cincuenta y que por algún motivo han estado vinculadas a la historia del Festival.

    De los otros tres grandes festivales que se desarrollan en Europa: Venecia, Berlín y Cannes, todos han cumplido ya su quincuagésima edición: la Mostra de Venecia, el más antiguo, va a inaugurar ahora su 59 edición, Berlín ya celebró en febrero su 52 Festival y Cannes vivió su cincuentenario en 1997; tenemos por tanto al Festival más "joven" de entre los cuatro grandes certámenes europeos. Tratar de resumir en pocas líneas las cuarenta y nueve ediciones anteriores, con sus retrospectivas, ciclos, homenajes, premios Donostia, .... es tarea imposible en tan breve espacio, de ahí que la pretensión de este artículo sea, centrándonos en el cine español, hacer un escueto repaso de los máximos galardones obtenidos por la cinematografía nacional, tanto en San Sebastián como en los otros tres festivales; un mero ejercicio de "profecía retrospectiva" como bromearía Heine. Es obvio que la calidad de una película y mucho menos la de toda una cinematografía, no ha de medirse por el número de premios que ésta haya obtenido, pero es sin duda un referente válido en términos de prestigio o de reconocimiento internacional.            

    La cosecha para nuestro país en estos grandes festivales europeos puede calificarse de nimia. Por todos son conocidas las dificultades que el cine español encuentra de cara a su selección para Cannes o Venecia. Ya en el Festival de Cannes del 2000, Aitana Sánchez-Gijón como Presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y como miembro del Jurado, expresaba su protesta a Gilles Jacob por la ausencia de cine español, la respuesta fue clara: "el cine español prefería Berlín". Como ejemplo de las marrullerías que el cine español ha tenido que sufrir en estos lares, Fernando Méndez Leite recordaba, en un artículo publicado en "El Mundo" el 4 de mayo de 1997, cómo consiguió, estando al frente del ICAA (Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales) que "El amor brujo" de Saura clausurara, naturalmente fuera de concurso, el Festival de Cannes de 1986 con la condición, impuesta por Jacob, de que el Ministerio de Cultura español pagase la cena. No es extraño que a la vista de estas "desafinidades electivas" España sólo haya obtenido, en las 55 ediciones del Festival de Cannes, una "media" Palma de Oro y fue hace la friolera de cuarenta años, concretamente en 1961 con "Viridiana" de Luis Buñuel (ex-aequo con otro film francés, de ahí lo de "media") lo que sin duda es mejor resultado que el obtenido en Venecia, donde, en 59 ediciones, nuestro país nunca ha ganado un León de Oro (a punto estuvo de conseguirlo Bardem en 1956 con "Calle Mayor"). Con gran diferencia es en la Berlinale donde la cinematografía nacional ha obtenido un reconocimiento más acorde con nuestras capacidades, tanto industriales como intelectuales; cinco han sido los Osos de Oro obtenidos (cuatro si consideramos como único el entregado a toda la representación española de 1977 con "Las palabras de Max" y "Las truchas") sin que debamos olvidar, que el último data de 1983 con "La colmena" de Mario Camus. Naturalmente en estos festivales se han obtenido otros premios, como el de Mejor Director en el Festival de Cannes de 1999 para Pedro Almodóvar por "Todo sobre mi madre", sin embargo, con el paso del tiempo el recuerdo que siempre prevalece es el de las películas ganadoras en el zoológico del máximo galardón, ya sean osos, leones o leopardos ¿quién se acuerda que Juan Antonio Bardem ganó el premio de la Unión Internacional de Críticos Cinematográficos (Unicrit) con "Los inocentes" en el Festival de Berlín de 1963?.            

    Respecto a San Sebastián, y en consonancia onanista con el resto de los Festivales, los resultados son más acordes con nuestro "lugar en el mundo". Siete han sido las Conchas de Oro obtenidas, si bien y en el apartado de mejor película, se ganó en once ocasiones; para aclarar esta aparente disgregación numérica es preciso que maticemos dos cuestiones: En primer lugar, desde su aparición el 21 de septiembre de 1953 como "I Semana Internacional del Cine" y con un presupuesto de 250.000 ptas, el que ahora conocemos como "Festival Internacional de Cine de Donostia-San Sebastián" no ha tenido siempre la categoría "A" que ahora ostenta y que otorga la FIAPF (Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Filmes). La obtuvo en 1957, estableciéndose la Concha de Oro como máximo galardón. Perdió la categoría en 1963 para recuperarla al año siguiente, volviendo a perderla en los años negros de 1980 a 1984 y definitivamente afianzándose en la categoría "A" a partir de 1985 como Festival "competitivo no especializado". En las dos primeras ediciones sólo se otorgaban premios a películas españolas, en 1953 "La guerra de Dios" de Rafael Gil obtuvo la Concha de Plata a la mejor película y "Sierra Maldita" de Antonio del Amo fue la ganadora al año siguiente; en 1956, siendo el Festival competitivo internacional pero no oficial, la gran triunfadora con cuatro Conchas de Plata a la mejor película, director, guión y actor fue "Todos somos necesarios" de José Antonio Nieves Conde. En segundo lugar, existen una serie de películas coproducidas con otros países, especialmente latinoamericanos, que obtuvieron la Concha de Oro, pero que en su esencia no deben ser consideradas como españolas. Dos son los títulos que encajarían en este apartado: "La perdición de los hombres" de Arturo Ripstein (Concha de Oro en el 2000 y coproducida con México) y "El viento se llevó lo qué" de Alejandro Agresti (Concha de Oro de 1998 y coproducida con Argentina, Holanda y Francia).

    Es en 1973 cuando nuestro país obtiene su primera Concha de Oro, es decir tras dieciséis ediciones en categoría "A"; "El espíritu de la colmena" de Víctor Erice y con producción del guipuzcuano Elías Querejeta fue la responsable de romper con el maleficio. Opera prima en solitario de un vizcaíno de 33 años, que las crónicas de la época recuerdan como "vestido siempre con un permanente traje de pana negro" y que logró una obra alejada de los cánones narrativos al uso (no es extraño que ésta fuera una de las películas favoritas de Stanley Kubrick, otro cineasta del llamado cine reflexivo). A pesar de este éxito, la película fue acogida con división de opiniones, alguna de las críticas más furibundas la tachaban de "lenta" y establecían maliciosas similitudes con la película británica "Cuando el viento silba" dirigida en 1961 por Bryan Forbes y estrenada en España un año después. No era la primera vez que Erice recibía un reconocimiento en este Festival, ya en 1969, la película colectiva de sketchs "Los desafíos" producida también por Elías Querejeta y realizada junto a José Luis Egea y a Claudio Guerín Hill obtuvo la Concha de Plata. Dos años después del éxito de Erice, José Luis Borau con "Furtivos" gana la Concha. Parecía que la bellísima fotografía de Luis Cuadrado (que trabajó en las dos películas) y el trasfondo rural en que ambas se desarrollan, marcaban la pauta a seguir: un cine parco en palabras y pleno en miradas. Borau, en una entrevista publicada el 18 de julio de 1975 en la revista "Nuevo Fotogramas", nos relataba los avatares por los que estaba pasando "Furtivos" de cara a su selección para los grandes festivales de Cannes y Berlín. El Director de Cannes, Maurice Bessy había visto la película y apostado personalmente por ella, incluso se publicó una nota informando que había sido preseleccionada para Cannes, lo que motivó una queja del Ministerio al indicar éste que la preselección era cosa de ellos y no del Festival. Borau consiguió que la Comisión del Festival en París viera la película y para disgusto de Bessy, la rechazara. Respecto a Berlín, y en ese mismo artículo que llevaba el explícito título de "Un Director-Productor Acusa", Borau nos relata cómo tuvo que luchar contra la deliberada obstrucción por parte de Uniespaña, organismo oficial encargado de remitir la película para ser visionada, en fecha muy concreta, por el director del Festival, el doctor Alfred Bauer. Su envío fue retenido durante más de veinte días al estar el Ministerio presionando por otros dos títulos. Finalmente Bauer no pudo verla y la Comisión del Festival la rechazó. Las esperanzas de Borau quedaban frustradas, al reconocer éste que la censura tenía un trato algo más respetuoso con las películas que acudían a Festivales, aunque éstas presentasen a todo un Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento como hermano de leche de un alimañero, dedicado a la caza furtiva y devorado por su "Saturna" madre; algo que resultaba difícil de digerir a quiénes un año antes habían prohibido una versión pop del "Cara al sol". Finalmente y muy a pesar de la "calificación cinematográfica" (nuevo término que se acuñó en febrero de 1975 para referirse a la censura) fue vista y aceptada por el comité de Selección del Festival de San Sebastián que no se dejó contagiar por el miedo imperante en la Administración. Hace unos años en su pase televisivo por "¡Qué grande es el Cine Español!" Juan Antonio Porto, miembro del Comité de Selección de San Sebastián en 1975, recordaba cómo "Furtivos" fue visionada el último día y cinco minutos antes de que se cerrara el plazo de admisión: "no había manera de verla, todo eran dificultades". Tras ganar la Concha fue inmediatamente estrenada, con gran éxito de taquilla y de crítica, el 8 de septiembre de 1975. En el cartel anunciador se planteaba un metafórico interrogante, fácilmente trasladable a la situación política de aquellos difíciles años: "¿Qué se pudre bajo el silencio de un bosque `en paz´...?". Es con "Furtivos" cuando el nombre de Manuel Gutiérrez Aragón, guionista junto a Borau, empieza a sonar en este certamen. Ya en 1978 obtuvo la Concha de Plata al Mejor Director por "Sonámbulos". En 1982 "Demonios en el jardín", se alzaba con el gran premio de la Crítica Internacional a la mejor película, siendo éste el único premio que se concedía en la Sección Oficial (no fue Concha de Oro al no ser este año Festival "A"). En 1986 gana la Concha de Oro con "La mitad del cielo" que obtiene también el premio a la mejor actriz para Ángela Molina. Ambas películas, coescritas por el tándem Luis Megino y Gutiérrez Aragón, respondían a un mismo patrón: historias familiares con abuelas por medio, guiños cinematográficos, ciertos toques de comedia y nuevamente un trasfondo rural que subyace aún trasladado a la gran ciudad. En 1991 el Festival se convierte en una Sociedad Anónima de cuatro socios: Ayuntamiento de San Sebastián, Gobierno Vasco, Diputación Foral de Guipuzcoa y el ICAA, lo que garantizaba el suficiente respaldo financiero, dotando a la Concha de Oro de un premio en metálico de 32 millones de ptas. Es en esta década de los 90 cuando España consigue sus mejores resultados, un total de cuatro Conchas de Oro, una más que en los treinta y tres años anteriores y curiosamente siempre con directores vascos: en 1990 Montxo Armendáriz con "Las cartas de Alou", un año después Juanma Bajo Ulloa con su opera prima "Alas de mariposa" y en dos ocasiones a Imanol Uribe, en 1994 por "Días contados" y en 1996 por "Bwana". Una vez exorcizados los demonios de la posguerra, las cuatro películas premiadas en esta década suponen un giro sustancial respecto a temáticas anteriores centrándose en aspectos más coetáneos como la inmigración o el terrorismo. Cabe destacar que hasta 1994 todas las películas españolas premiadas con la Concha de Oro se basaban en guiones originales escritos por sus propios realizadores, siendo las dos últimas Conchas las únicas basadas en textos preexistentes: la versión libre de la novela homónima de Juan Madrid  para "Días contados" y la obra teatral de Ignacio del Moral "La mirada del hombre oscuro" para "Bwana". ¿Y desde entonces? Pues tres Conchas de Plata en las tres últimas ediciones  para actrices españolas: Aitana Sánchez Gijón, Carmen Maura y Pilar López de Ayala, una Concha de Plata al Mejor Director para Fernando León de Aranoa por "Barrio", una Mención Especial del Jurado y Premio a la Mejor Fotografía para "Cuando vuelvas a mi lado" de Gracia Querejeta y un "Premio Especial" y Premio "Fipresci" para "En construcción" de José Luis Guerin. En fin, dentro de unas semanas el viaje de mil kilómetros continuará por las retrospectivas a Michael Powell y a Volker Schlöndorff, por la Sección Informativa de Zabaltegi, por la Sección "Perlas de otros Festivales", por "Made in Spanish", por las macrosesiones en el Velódromo, por el loable proyecto de "Cine en Construcción", por la "Jornada de Cine Vasco" y por supuesto por una Sección Oficial que todos deseamos nos proporcione hermosos momentos que poder recordar dentro de otros cincuenta años. Felicidades. Zorionak.

    En 1993 el Festival de Venecia fue el primero en celebrar su cincuenta aniversario, y lo hizo con una apabullante presencia del cine norteamericano. Bajo la dirección de Pontecorvo se celebró un simposio internacional de autores que contó con la presencia de insignes directores como Fred Zinnemann, Martin Scorsese o Steven Spielberg. En 1997 le tocó el turno a Cannes que reunió a veintiocho directores que habían ganado con anterioridad la Palma de Oro: Antonioni, Coppola, Scorsese, Altman, Lynch, Imamura,...; un cónclave de enormes talentos que eligieron por unanimidad al que consideraron como el más grande entre los grandes: Ingmar Bergman. Su hija, Linn Ullman, recogió en su nombre y de manos de su madre, la noruega Liv Ullmann, ex-compañera de Bergman, la "Palma de las Palmas de Oro". Es también en 1997 cuando uno de los festivales "menores", el de Locarno (Suiza) celebró su quincuagésima edición; en esta ocasión treinta directores norteamericanos en activo eligieron treinta títulos de películas, que en su opinión, fueron infravaloradas en su momento; Woody Allen eligió "La colina" de Sidney Lumet y Martin Scorsese se decantó por "Tierra generosa" de Jacques Tourneur. En la Berlinale de 2000 la austeridad teutona fue la nota predominante de la efemérides, ni fuegos artificiales ni pompas festivaleras, eso sí, se cambió la tradicional sede del Zoopalast por el Berlinale Palast, un frío edificio en la ultramoderna y distante Potsdamer Platz. San Sebastián ya cambió de Sede un año antes, en 1999, cuando del afrancesado Teatro Victoria Eugenia se pasó al funcional Palacio de Congresos y Auditorio del Kursaal, los conocidos "cubos" de Moneo.